刊登在 Paraguay - 社交娛樂 - 20 Oct 2016 11:59 - 0
(Publicado en el el diario Ultima Hora el domingo 16 de octubre de 2016 )
Por ejemplo, se concedieron tres veces dinero para construir un sistema de desagüe cloacal y pluvial, pero sin embargo, la ciudad capital se afana en mostrar su desarrollo inmobiliario sobre la coqueta avenida Santa Teresa, mientras sus íconos arquitectónicos desaguan sus desperdicios en pozos negros o ciegos como también los llaman. Pasa igual con el sistema de catastro que tiene en el caso de Guahory la singular complicidad de un experto en el tema: el Indert, anterior IBR, y varios nombres más.
No está mal el endeudarnos, pero si el Estado fuera un sujeto privado es casi seguro que por sus antecedentes crediticios nadie le hubiera dado un cobre. Pero como “los Estados nunca quiebran” en la afirmación lar, la generosa colocación de los bonos en los mercados locales e internacionales ha hecho inflar el volumen de deudas que han encendido todas las alarmas.
Hay una abierta complicidad en el tema entre el Congreso y el Ejecutivo, pero… las consecuencias serán pagadas por lo menos por un par de generaciones a las que habría que explicar alguna vez que se les prestó a unos gobiernos que sabían muy bien la escasa garantía y celo que ponían en el uso de esos recursos.
Para cuando eso acontezca las nuevas deudas solo servirán para pagar las viejas deudas.
No hemos visto que ni el uso en tiempo y forma de los recursos como tampoco el celo puesto en su utilización correcta haya demostrado un verdadero compromiso para evitar lo que ya conocemos que vendrá. Cuando eso acontezca habría que buscar nuevos préstamos para resolver los problemas de rutas como la construida en tiempos de HCorben, en el Norte de la Región Occidental que desapareció literalmente en menos de 10 años. Era una pésima construcción, pero endeudó al país en más de 100 millones de dólares.
Entre la vieja y la nueva corrupción nadie recuerda esa anécdota y el responsable –como otros– pretende ser de nuevo presidente de la República. La amnesia en el manejo de los recursos públicos es una vieja treta muy usada por los pésimos, desleales y corruptos administradores que hemos tenido. Tanto que hoy no tenemos censo y debemos pedir a los padres de los alumnos información que debería haber contenido un informe que no existe, pero que costó 12 millones de dólares de un préstamo del BID.
Se desconfía de la deuda por los pésimos antecedentes de los contratantes y por los altos costos que esto supondrá sobre el desarrollo de un par de generaciones por lo menos. El debate y la acción tendrían que ir acompañados por medidas drásticas que demuestren que cuanto más se endeuda el país, más se incrementa el nivel de control del gasto.
Y como esto no acontece nunca con sobradas razones para muchos, más deuda significa más impuestos a corto plazo, más corrupción y mayor postergación en el largo tiempo.
La deuda más que una cuestión de números es una cuestión de genética. De ADN del Estado paraguayo y del futuro de todos.
Por ejemplo, se concedieron tres veces dinero para construir un sistema de desagüe cloacal y pluvial, pero sin embargo, la ciudad capital se afana en mostrar su desarrollo inmobiliario sobre la coqueta avenida Santa Teresa, mientras sus íconos arquitectónicos desaguan sus desperdicios en pozos negros o ciegos como también los llaman. Pasa igual con el sistema de catastro que tiene en el caso de Guahory la singular complicidad de un experto en el tema: el Indert, anterior IBR, y varios nombres más.
No está mal el endeudarnos, pero si el Estado fuera un sujeto privado es casi seguro que por sus antecedentes crediticios nadie le hubiera dado un cobre. Pero como “los Estados nunca quiebran” en la afirmación lar, la generosa colocación de los bonos en los mercados locales e internacionales ha hecho inflar el volumen de deudas que han encendido todas las alarmas.
Hay una abierta complicidad en el tema entre el Congreso y el Ejecutivo, pero… las consecuencias serán pagadas por lo menos por un par de generaciones a las que habría que explicar alguna vez que se les prestó a unos gobiernos que sabían muy bien la escasa garantía y celo que ponían en el uso de esos recursos.
Para cuando eso acontezca las nuevas deudas solo servirán para pagar las viejas deudas.
No hemos visto que ni el uso en tiempo y forma de los recursos como tampoco el celo puesto en su utilización correcta haya demostrado un verdadero compromiso para evitar lo que ya conocemos que vendrá. Cuando eso acontezca habría que buscar nuevos préstamos para resolver los problemas de rutas como la construida en tiempos de HCorben, en el Norte de la Región Occidental que desapareció literalmente en menos de 10 años. Era una pésima construcción, pero endeudó al país en más de 100 millones de dólares.
Entre la vieja y la nueva corrupción nadie recuerda esa anécdota y el responsable –como otros– pretende ser de nuevo presidente de la República. La amnesia en el manejo de los recursos públicos es una vieja treta muy usada por los pésimos, desleales y corruptos administradores que hemos tenido. Tanto que hoy no tenemos censo y debemos pedir a los padres de los alumnos información que debería haber contenido un informe que no existe, pero que costó 12 millones de dólares de un préstamo del BID.
Se desconfía de la deuda por los pésimos antecedentes de los contratantes y por los altos costos que esto supondrá sobre el desarrollo de un par de generaciones por lo menos. El debate y la acción tendrían que ir acompañados por medidas drásticas que demuestren que cuanto más se endeuda el país, más se incrementa el nivel de control del gasto.
Y como esto no acontece nunca con sobradas razones para muchos, más deuda significa más impuestos a corto plazo, más corrupción y mayor postergación en el largo tiempo.
La deuda más que una cuestión de números es una cuestión de genética. De ADN del Estado paraguayo y del futuro de todos.
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